martes, 7 de septiembre de 2010

Prólogo

A veces creo que estoy demente, quisiera olvidar quien soy, perderme en el mar o transformarme en un árbol. Mi demencia empezó con un beso, recuerdo claramente como él presiono sus labios rojos con los míos en un amanecer. En ese momento creí que era el comienzo de algo hermoso, sin embargo, no lo fue. Esa misma noche él me dijo que lo ocurrido fue un error, el mundo se desplomo para mí en ese momento. Desde entonces no puedo dormir, ha pasado mucho tiempo, ya no logro recordar mi rostro como era antes, ahora tengo ojeras y cicatrices.

Estoy bajo la impresión que es un castigo de la vida, años atrás antes de conocerlo, tenía altas expectativas. También mi apariencia era mejor, recuerdo que me gustaba vivir y conocer. Quizás fuese mi arrogancia de quererlo saber todo o mi vanidad de tener una piel perfecta, lo que enfado a la vida y esta quiso darme una lección. Yo siempre me creí preparado para esta situación, existen centenares de novelas que advierten al inexperto a no sucumbir a la pasión que el especialista despierta. Creí haber aprendido de Madame Bovary, que si bien ella fue la seductora, es ella la que termino seducida.

Toda mi vida soñé con una piel perfecta, siempre he admirado la belleza y quizás mis palabras resulten vacías al decir que la encontré en las páginas de una revista. La ilusión que despertaron en mí, me hizo llegar a los extremos. No obstante, en algún lado leí que la belleza es algo universal y se encuentra en cada una de las cosas. Si bien esto es algo que creo, me alarma no poderla encontrar en mí . Pero ya no importa si no tengo una piel perfecta, porque quiero dejar de existir.